martes, 7 de abril de 2009

TERCERA SALIDA: LEGANÉS-LA GRANJA-BOCA DEL ASNO

Hay que empezar reconociendo que esta salida de La Mula Coja se ha planificado con prisas y nocturnidad. El Cronista quería hacer un trabajo de campo sobre La Granja y La Boca del Asno, y el mismo lunes (06/04/09) comprometió arteramente al Tío del Mapa: ¡Santo varón! (a veces, pocas veces). A su vez, el Tío del Mapa comprometió a su hermano Mikel: ¡Santo varón! (casi siempre, o siempre). El caso es que a las 9 h. del martes santo, arrancábamos de la rotonda del Hospital Severo Ochoa de Leganés. Tras atravesar el Puerto de Navacerrada, cubierto de niebla y nieve, llegábamos al Palacio de la Granja de San Ildefonso (Segovia) a las 10:25 h.
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Este palacio, en nuestra opinión, vale más por lo arquitectónico y por sus fuentes y jardines que por el arte que se puede encontrar dentro. El interior es una mezcla de neoclasicismo y rococó de estuco y mentirijillas, que deja al visitante con la pesadumbre de haber pagado una entrada “pa ver esto”. Lo mandó construir Felipe V, el primer rey Borbón de España (los reyes no construyen ni hacen nada, lo mandan hacer), y disfrutó, por lo visto, bastante del lugar, él y su parienta (M.ª Luisa de Parma). Carlos III vino con frecuencia al palacio, pues era un lugar ideal para cazar y pescar. De hecho, Carlos III arregló (perdón, mandó arreglar) la margen izquierda del río Eresma, y muretes, escalerillas y puentes se conservan desde entonces.

Pagada la entrada libre (2 adultos + 2 niños = 14 €), comenzamos la visita y fuimos pasando por salas y más salas, 30 en total según el cómputo de El Cronista: leíamos el cartel explicativo y continuábamos hasta el siguiente. Nos llamó la atención un pequeño retrato situado en una de las paredes del «Antiguo Oratorio»; el personaje sería “vaya usted a saber quién”, pero parecía el mismísimo Galileo Galilei, cuyo centenario de su primera observación con un telescopio celebramos en este año 2009.

A las once en punto se pusieron a sonar todos los relojes del «Tocador de la Reina». Coincidía con nosotros por este lugar y a esta misma hora una visita con guía. El guía, cuando nos veía, se callaba como un mudo y nos cedía el paso. Les decía a sus oyentes, como para hacernos a nosotros un favor: «Dejen pasar a estos señores. Gracias». ¡Que hubieran pagado más!, pensaría el fiel funcionario.

A las 11:30 h. salimos a los jardines y fuentes. Merecen la pena. Todas las fuentes son bonitas e interesantes. Algunas son muy singulares, como una que tenía un conjunto de dragones parecidos a Fuju, el de La Historia Interminable. Después entramos a la capilla (también adornada con pésimo gusto), donde está enterrado Felipe V y su parienta. En un lateral del altar mayor hay un cuadro en el que San Ildefonso recibe de manos de la Virgen María su famosa casulla, a la que dedica un “milagro” Gonzalo de Berceo en sus Milagros de Nuestra Señora.

En una cafetería cercana al palacio La Mula Coja se tomó un chocolate caliente, que le hizo resucitar en un día especialmente desapacible y frío. A continuación vendría la segunda parte, la de zapato y cayado. Este es el momento de nombrar a los expedicionarios, antes de que olvidemos sus nombres: El Tío del Mapa, Rosi, Pablo, Paula, Mikel, Carlitos (hijo de Mikel), Teresa, Teresa Jr., Carlos Jr. y El Cronista.
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A las 13:30 h., después de tomar un tentempié, La Mula Coja emprendió la ruta por las Pesquerías Reales, desde la Boca del Asno, por la margen izquierda del río Eresma, en dirección a Valsaín.

La ruta es una auténtica preciosidad. El camino transcurre junto al Eresma y es perfecto para el caminante bisoño. Es una ruta a la que volver, de las que animan a repetir.

En la margen izquierda uno se encuentra con una enorme Barca de Piedra, con un escudo real tallado, que es donde dicen que dormía la siesta Carlos III cuando subía a pescar. Allí el Tío del Mapa se aberronchó contra el rocaje vivo, y parece que le sirvió de gran alivio y consolación. Más adelante el Puente de Navalacarreta une las dos orillas del Eresma, y unos dos kilómetros después hay otro puente, junto a un acueducto de madera. Desde ahí, traspasando una puerta giratoria, se pasa a una extensa pradera cubierta de verde hierba. Aquello estaba lleno de ganado en libertad: caballos, vacas y toros. Tuvimos nuestras dudas sobre si sería brava alguna res, pero ninguna embistió. Varios arroyos atraviesan la pradera, para desembocar en el Eresma. Cruzando uno de ellos, Carlos Jr. metió las dos piernas hasta la altura de las rodillas en una ciénaga traidora. Todos le consolamos mucho, porque se le quedó una cara de “siempre meto la pata” que movía a la conmiseración. Otro excursionista, por aquello de las leyes de Murphy, metió otro piececito en el barro (¡pobres zapas blancas!), a pesar de que El Cronista le ofrecía su bastón y de que había una hermosa piedra lisa y llana, lugar donde el instinto humano invitaba a pisar para salvar la situación. Este excursionista responde al nombre de Pablo.

Al final de la pradera pasamos por otro puente a la margen derecha del río, para emprender el camino de regreso. Comenzaron a caer unas bolitas minúsculas blancas, que no eran lluvia, ni granizo, ni nieve pero que mojaban. Así estuvo hasta que llegamos al merendero Los Asientos, donde el cielo abrió un poco y pudimos hacer el almuerzo fuerte, con bocadillos, zumos, frutas, dulces (pestiños y browni) y agua de la vida (c’est à dire, vino tinto). En 25 minutos, desde las 15:35 h. a las 16:00 h., dimos fin a las vituallas. Nunca unas mulas reales (de los Borbones, quiero decir) comieron y bebieron con tanto gusto y apetito.

Con la tripa llena y algo de sol, continuamos hasta la Boca del Asno (16:40 h.), contentos y sin fatiga.

El Tío del Mapa se ha modernizado, y trajo un GPS de mano maravilloso, con el que estábamos orientados en todo momento, y sabiendo exactamente la distancia recorrida. En esta salida ciertamente no hacía falta tanto aparato, pero que vaya probando y dominando la máquina, que seguramente nos hará falta en otras excursiones.

En el Centro de Interpretación Boca del Asno, que está junto al aparcamiento, ¡hay servicios!, y no digo más. El Cronista, con su libreta verde, pasó a recabar información y se enrolló un rato con dos monitoras muy amables que le explicaron lo que allí había, de dieron unos folletos y le enseñaron una maqueta muy interesante de los montes y bosques de Valsaín.

En coche, por supuesto, subimos a Navacerrada, donde el termómetro marcaba 1º C y hacía mucha rasca. Cafelitos y chocolates, y para casa. A las 19:10 h. aparcábamos en Leganés, salvos y sanos.

Comentario de Mikel: «He podido comprobar por mí mismo que es posible salir a la sierra y disfrutar, sin perderse y sin tener la sensación de estar perdido». Es un buen resumen de la excursión. ¡Hasta la próxima!

El Cronista.

domingo, 15 de marzo de 2009

SEGUNDA SALIDA - LA ISS

Esta segunda salida de La Mula Coja ha sido menos arriesgada que la primera. Ha tenido lugar dentro de los límites de Leganés. Los excursionistas (mulos y mulas, en nuestro particular argot) han sido: Pablo, Paula, Adrián, Gema, Nano, Juáncar, Rosi, Teresa B. y Carlos C.G.

El invierno ha sido muy duro, un invierno de los de antes, como dicen los viejos. Por eso La Mula Coja no ha salido del establo ni por casualidad: si con buen tiempo el Tío del Mapa puede perdernos sin despeinarse, con mal tiempo y nieve en las sierras no regresaríamos ninguno, como le ocurrió al capitán Scott cuando fue al Polo Sur.

El motivo de la excursión ha sido el paso de modo visible por los cielos de España de la Estación Espacial Internacional (ISS). Según la página web oficial de la ISS, pasaría visiblemente por encima de Leganés el domingo 15 de marzo de 2009, aproximadamente a las 20 h. 45 min. Habíamos de fiarnos del Tío del Mapa, que por lo visto también sabe de mapas celestes.

A las 7 de la tarde dejamos los coches en aparcamiento del Spar del Arroyo Culebro. El aparcamiento del Parque de Polvoranca rebosaba de coches, como una plaga de langosta en un campo de trigo. La gente se ha animado a salir como los lagartos en cuanto han aparecido los primero rayos de sol. ¡El dominguerismo es así!

Por el carril bici bajamos hasta el paso inferior de la autopista que parte en dos la zona de Polvoranca que va desde la Ermita hasta la vía del tren que une Leganés y Fuenlabrada. Hacía buena tarde pero, cuando pasamos al lado de la Ermita, corría un biruji molesto, que fue in crescendo. Ya comenzaba la anochecida.

Venus se veía perfectamente en el oeste, como el foco de una farola colgado en el firmamento. ¡Cuántos aviones pasaban camino de Barajas! Hicimos tiempo por allí deambulando, hasta plantarnos en la ladera que baja del Antiguo Mirador del Maestro al comienzo del Camino San Dimas. Unas chuches deliciosas aportadas por la familia G.B. amenizaron la espera. Con los prismáticos se veían titilar las estrellas; los planetas, sin embargo, permanecían fijos. ¡Lo que son las cosas! Hacia el Norte, detrás del edificio de Tabacalera y de la antena de Telefónica, la ciudad de Madrid desprendía un arco luminoso, una reverberación de luz que ocultaba cualquier astro que se situara por encima de ella. No sólo padecemos la contaminación de los humos, también la lumínica, que nos impide disfrutar de noches estrelladas en Madrid cuando la Luna está ausente.

Cuando nadie creía que la ISS iba a aparecer, una luz comenzó a desplazarse desde el Sur-Oeste hacia nosotros. ¡Era ella! El grupo lanzó algunos vítores y el Tío del Mapa respiró tranquilo. La ISS continuó su periplo por encima de nuestras cabezas y se perdió en dirección Norte. ¡Éxito total! ¡Por una vez algo nos sale bien! Los astronautas estarían ajenos a nosotros, centrados en sus experimentos, pero a nosotros nos hizo mucha ilusión “verles”.

Muy contentos regresamos por la rotonda de Valdepelayos, dando fin a las bolsas de chuches. La noche se iba cerrando más, aunque el halo de luz (contaminación lumínica, ya sabéis) nunca desapareció. Nos planteamos hacer una marcha hasta el refugio del Guijo de Santa Bárbara, para pasar allí la noche y hacer una observación astronómica en toda regla. Todo se andará.

Hechas las despedidas, montamos en nuestros vehículos y cada mochuelo a su olivo, que al día siguiente había que currar.

Nota:

Dos días después, el martes 17 de marzo de 2009, en pleno centro urbano de Leganés, desde la terraza del Tío del Mapa, él, Pablo, Paula y El Cronista vieron de nuevo la ISS todavía con mayor claridad. Era seguida por otro punto luminoso, el SATTLE, que orbitaba detrás de la ISS, con el fin de unirse a ella e instalar unos paneles solares. Una visión única e irrepetible. El cielo, hay que reconocerlo, es muy interesante. ¡Si Galileo en su época hubiera tenido los medios que tenemos ahora!

Adiós.
El Cronista.